18 Enero, 2024

El abordaje de las alteraciones del lenguaje desde la psicomotricidad

Niña sobre balón gigante

Una de las cuestiones que con más frecuencia plantean las familias a las profesionales del departamento de Desarrollo Infantil es por qué se abordan desde la psicomotricidad las dificultades en el lenguaje. Resulta raro que cuando un niño no habla, o presenta dificultades de comunicación, se plantee en muchas ocasiones trabajar desde una sala de psicomotricidad y no solo desde la logopedia. La realidad es que detrás de esta alternativa/complemento se esconde una buena explicación y muchos beneficios.

Desde el nacimiento de un niño, disfrutamos de verle crecer y avanzar a través de las cosas que va consiguiendo hacer (sonreír, andar, decir qué le duele…). Se intuye que el desarrollo es algo paulatino, que no sucede de golpe, sino que unos logros constituyen la base de otros. Como popularmente se dice, antes de correr hay que aprender a andar.

Se puede comparar el desarrollo con un iceberg: la parte visible está representada por el lenguaje, pero no se debe olvidar que este se asienta en una amplia base compuesta por el desarrollo de las funciones motrices y cognitivas; todas ellas sustentadas en una maduración neurológica. Por tanto, el lenguaje es el resultado del desarrollo y de la organización del sistema nervioso en relación con los demás, y esto no se adquiere de la noche a la mañana.

¿Cómo se llega a este resultado? Inicialmente las personas deben ser capaces de enderezar el tronco, empezar a ser conscientes del cuerpo e ir desarrollando movimientos coordinados y con un propósito. Por ejemplo, comenzamos a expresar a través del cuerpo qué necesitamos y qué queremos (señalando con el dedo, llevando al adulto hasta aquello que desea, etc).

Los inicios del lenguaje

Los inicios del lenguaje son los siguientes: por un lado, la expresión corporal del niño, que se acompaña y se guía a través de la interacción afectuosa; y, por otro, las experiencias sensoriomotoras, que son todo tipo de movimientos y sensaciones percibidas por los sentidos (andar, correr, girar sobre sí mismo, reptar o balancearse, entre otros)

Estas experiencias pueden darse por casualidad inicialmente, o quizás como forma de liberar tensiones, pero poco a poco se irán convirtiendo en una actividad con más propósito. Los adultos pueden favorecer, con diferentes actividades y juegos, que el niño explore su cuerpo y se exprese mediante el movimiento, contribuyendo a su desarrollo. De hecho, cuando se les mece ya desde bebés, se establece un vínculo afectivo, al tiempo que se estimulan los receptores vestibulares y el sentido del ritmo, todo ello precursor del lenguaje oral.

Dicho de forma sencilla, cuando se les sonríe o se responde a sus balbuceos y pedorretas con risas e imitaciones, cuando se les hace girar o se les levanta en el aire haciendo el astronauta, se contribuye al desarrollo de su lenguaje.

Esta primera comunicación a través del cuerpo se complementa con la maduración de las diferentes estructuras neurológicas, que en interacción con otras personas propicia que aparezcan las primeras vocalizaciones, las se irán modelando para que cobren un significado. El trabajo en la sala de psicomotricidad contribuye a la espontaneidad y desinhibición expresiva, que ayudará a reducir los bloqueos en la comunicación y a que el niño madure en esta primera fase.

Las primeras expresiones con significado irán evolucionando en un lenguaje más complejo, haciendo relaciones entre palabras y construyendo frases, pero para ello será necesario que otras estructuras neurológicas maduren (lóbulos frontal y parietal). Desde la sala de psicomotricidad se estimula esta maduración a través de los juegos motores y táctiles; es por eso que jugar se convierte en una poderosa herramienta para la aparición del lenguaje.

Intervención fundamentada en neurología

Cuando algo no va como se espera, desde psicomotricidad se interviene fundamentados en neurología para que el niño adquiera las habilidades motrices sobre las que asentará el lenguaje y el pensamiento, permitiendo estimularle de forma global en todas las estructuras y funciones necesarias para su desarrollo, incluido el lenguaje desde todas sus vertientes: desde la posibilidad de emitir sonidos correctamente, al desarrollo del vocabulario, la expresión de sus ideas o emociones, la comprensión de lo que le rodea, y, por tanto, el desarrollo de su pensamiento. El cerebro trabaja procesando al mismo tiempo todas sus áreas, por lo que el lenguaje no está aislado.

Los juegos motores y táctiles se convierten en una poderosa herramienta para la aparición del lenguaje

La organización interna de las palabras y la estructura de la oración aparecen en el niño cuando tiene la capacidad de planificar y organizar su cuerpo para llevar a cabo movimientos simples y encadenados. La manera más eficaz de adquirir y ampliar esta capacidad es hacerlo al mismo tiempo que se trabajan los siguientes esquemas:

  • Esquema corporal del niño, con juegos que retan su equilibrio, su control postural…
  • Esquema espacial, experimentando diversas formas, pesos, posiciones, y realizando diferentes acciones y desplazamientos.
  • Esquema temporal, desarrollando el concepto de tiempo a través de diferentes actividades, como los movimientos de los objetos a diferentes velocidades, juegos que impliquen distintos ritmos y expresiones gestuales, danzas y/o ajustes de la marcha a los sonidos de algunos instrumentos musicales

Por estas razones, el trabajo desde la sala de psicomotricidad es fundamental para el desarrollo del lenguaje, además de ser un lugar mágico donde ofrecer un tiempo y un espacio para jugar y, al mismo tiempo, crecer.