Juan Antonio Llamusí nunca había estado en Zaragoza, pero este cartagenero afirma que es de los que, como se dice vulgarmente, se apunta a un bombardeo. Él, con su desbordante sentido del humor, fue uno de los siete residentes de intercambio que disfrutó de unas particulares vacaciones en la capital aragonesa, tras cambiar su habitual residencia de Petrer por la de Rey Fernando de Aragón.

Da la impresión de que usted es de estar poco rato quieto en un sitio.
De no ser así, no hubiera ido a Zaragoza. De hecho, allí tendría que estar otro compañero de la residencia de Petrer, pero se puso enfermo el día antes de venir. Entonces, me ofrecieron la posibilidad a mí y no me lo pensé. Fui de rebote, pero con muchas ganas y muy contento.

¿Qué impresión le dio Zaragoza?
Es una ciudad que me gustó. Es más, yo me quedaría a vivir allí. Solo le encuentro una pega: que no tiene playa.

¿Qué es lo que más le gustó de la capital aragonesa?
La plaza del Pilar. Mejor dicho, la Pilarica, aunque me la esperaba algo más grande.

Le tocó la Residencia Rey Fernando de Aragón como destino. ¿Cómo se sintió en este centro asistencial?
Muy bien. Llegué en fin de semana y estaba muy tranquila. La acogida fue muy buena.

¿Se encontró muchas barreras durante su estancia?
Los edificios que pudimos visitar, como es el caso del Palacio de La Aljafería, estaban muy bien adaptados en cuanto a accesibilidad.

¿Recomendaría una experiencia como la que vivió gracias al proyecto de COCEMFE?
Por supuesto. Son 15 días seguidos en los que dejas tu entorno habitual para descubrir otra residencia, otra gente y otros lugares. Además, las excursiones que organizan te permiten conocer lugares de interés. Económicamente tampoco supone un esfuerzo, ya que no te tienes que preocupar de nada salvo de tus gastos personales.