1 Marzo, 2024

La prevención y la compresión, claves en los trastornos alimentarios

Santiago Pérez y Carmen Galindo

Alrededor de 400.000 personas en España padecen un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), según datos de la Fundación Fita y de la Asociación Española para el estudio de estos trastornos. Una cifra que se espera que aumente un 12% en los próximos 12 años. La importancia de prevenir y de comprender esta patología fue el eje central de una charla divulgativa celebrada ayer en el salón de actos de la Clínica HLA Montpellier con la colaboración de Fundación Dfa.

El director de la Unidad de Psicología del grupo hospitalario, Santiago Pérez, comenzó la ponencia dejando claros dos aspectos que reflejan la gravedad de esta enfermedad. «Es uno de los trastornos que más se cronifica a nivel psicopatológico y es muy compleja la curación completa y total», comentó el profesional médico. «El problema -continuó- es tan sencillo y tan doloroso como que puede acabar en muerte».

Los trastornos alimentarios son considerados como unos de los más difíciles de tratar y son los que tienen más alto nivel de mortalidad entre los trastornos mentales. Pérez incidió en explorar las experiencias tempranas y en buscar la raíz del problema. Se refirió al trastorno alimenticio como un «trastorno de control». El desarrollo de esta patología se da cuando una persona intenta compensar un aspecto o una situación de su vida que se ha descontrolado. «Nadie puede obligar a comer ni quitar la comida; es una forma de intentar buscar algo para poder controlar y manejar con el fin de sentirse más seguro», señaló.

Los traumas tienen una incidencia muy importante en el desarrollo de esta patología. En la bulimia y la anorexia nerviosas, al menos el 63% de los pacientes experimentaron un trauma en su vida. «Al descompensarse ese aspecto de su vida, el paciente desarrolla esa defensa para protegerse, y el trastorno alimenticio es uno de los síntomas y una de las defensas más importantes», explicó Pérez.

Respecto al perfil de las personas que padecen esta enfermedad, Pérez reconoció que afecta más a mujeres, pero no se circunscribe a chicas jóvenes, sino que «hay personas con 40, 50 o 60 que han tenido el trastorno latente y a las que les aparece poco a poco con el tiempo».

Por otro lado, en los trastornos de alimentación hay una incidencia y una prevalencia muy alta de los abusos sexuales en la infancia. Los niños y niñas con algún tipo de discapacidad, ya sea física, psíquica o sensorial, tienen un mayor riesgo de sufrir abusos sexuales, pero «no quiere decir que estemos constantemente vigilando, aunque sí que hemos de tener una conciencia tanto emocional como social de lo que realmente significan estas cosas».

El director de la Unidad de Psicología de HLA Montpellier terminó su intervención lanzando un mensaje nítido: «Un trastorno alimenticio no es un capricho, ni significa que a la persona que lo sufre no le pasa nada ni que simplemente quiere estar delgada».

«Un trastorno alimenticio no es un capricho, ni significa que a la persona que lo sufre no le pasa nada ni que simplemente quiere estar delgada».

Una visión diferente aportó Carmen Galindo, vicepresidenta de Arbada. «Nos centramos en ayudar a las familias porque su colaboración y su papel es importante y, a pesar de la información que les damos, es complicado», explicó sobre la Asociación Aragonesa de Familiares de Pacientes con Trastornos de Conducta Alimentaria.

Galindo habló de «resistencia, serenidad y equilibrio» para sobrellevar estas situaciones e invitó a confiar siempre en el terapeuta. Además, la vicepresidenta quiso poner el foco en la prevención y, más concretamente en los centros educativos, con los que colaboran habitualmente. «Sin hablar de trastornos alimenticios, se trata de reforzar la autoestima en los jóvenes», indicó.

Arbada ofrece cursos de orientación familiar y talleres de autocuidado en los que tratan la comunicación familiar, las habilidades sociales, la resolución de conflictos y los hermanos.

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