8 Agosto, 2025

Una experiencia que deja huella

Voluntariado europeo

Los cuatro jóvenes voluntarios que han formado parte de la vida diaria de Fundación Dfa cumplen estos días los doce meses establecidos como parte del programa del Cuerpo Europeo de Solidaridad, gestionado y financiado por la Comisión Europea. Axel Teichmann (Bélgica), Nora Karmaou (Bélgica), Rony Amingo (Francia) y Zoé Mauchamp (Austria) llegaron con ilusión, dudas y muchas ganas de aprender. En poco tiempo se marcharán con una visión totalmente renovada sobre la discapacidad, la inclusión y el valor de una sociedad accesible.

«Antes veía la discapacidad como algo uniforme, ahora entiendo que hay tantos tipos como personas y que cada una la vive de forma distinta», explica Axel. Nora también reconoce ese cambio de mirada: «Antes metía todas las discapacidades en la misma caja. Pensaba que era algo dramático y excluyente. Ahora sé que la verdadera barrera no es la discapacidad, sino una sociedad que excluye». Su experiencia, como la de sus compañeros, ha supuesto un punto de inflexión personal.

«Ahora sé que la verdadera barrera no es la discapacidad, sino una sociedad que excluye»

Todos coinciden: la discapacidad, tal y como la habían concebido en sus países de origen, era más bien invisible. Zoe lo resume con sinceridad: «Pensaba que era algo minoritario, más alejado de lo cotidiano. Pero aquí me he dado cuenta de que simplemente es una forma distinta de vivir, y que no impide disfrutar». Y añade: «Aquí es habitual ver a personas en silla eléctrica por la calle. En Austria, en cambio, parece que están escondidas».

Desde su llegada, estos voluntarios han colaborado en diferentes centros y actividades de Fundación Dfa, desde el centro ocupacional hasta en residencias. Han compartido conversaciones, juegos, clases de yoga, risas y también momentos difíciles. «El día que llevé a una residente, Conchita, a la orilla del Ebro fue muy especial. Es una persona introvertida, pero ese día hablamos mucho y verla tan feliz me emocionó», recuerda Axel.

«En París apenas ves personas con discapacidad por la calle. Aquí, en cambio, es lo normal»

La accesibilidad y visibilidad que han encontrado en Zaragoza ha sido otro descubrimiento importante. «En París apenas ves personas con discapacidad por la calle. Aquí, en cambio, es lo normal», dice Ronny. Para Nora, la clave está en la convivencia: «Aquí se ven en los autobuses, en los bares, en las calles. O hay más inclusión o yo me he vuelto más consciente, pero creo que es lo primero».

El idioma fue uno de los primeros retos. Ronny llegó sin hablar una palabra de español; hoy puede mantener una conversación. Zoe, que había estudiado tres años en el colegio, reconoce que en Zaragoza ha aprendido no solo nuevas palabras —«charrar» o «maña», entre ellas—, sino una forma de conectar con las personas: «Lo más difícil fue la comunicación, pero lo más bonito fue ver cómo la vas mejorando y, con ella, también la relación con cada persona».

Al mirar atrás, todos coinciden en que esta etapa ha sido transformadora. «Me llevaría una libreta con firmas, dibujos, fotos… No quiero olvidar a las personas con las que he conectado. Me han acogido muy bien y me han dado muchísimo», cuenta Zoe.

«No hace falta tener experiencia previa, solo ganas de aprender, de escuchar y de disfrutar»

¿Y qué dirían de ellos las personas con discapacidad con las que más han trabajado? Axel bromea: «Que conduzco bien las sillas de ruedas... y que soy “majo”, una palabra que me encanta». Zoe cree que sería recordada como «la chica del Colacao, hiperactiva y abierta». Nora espera que recuerden su paciencia y sus clases de yoga.

Volverían a repetir la experiencia. «Sí, al 100 %», dice Axel. «Sí, definitivamente», afirma Zoe. Y también tienen claro qué consejo dar a futuros voluntarios: «Que no tengan miedo. No hace falta tener experiencia previa, solo ganas de aprender, de escuchar y de disfrutar», anima Nora.

Cuando se les pide definir Fundación Dfa, sus respuestas son tan diversas como personales: «es un puente entre personas», «es cercana», «es humana», o, «una margarita con muchos pétalos, todos son complementarios para dar vida a una flor fuerte y bonita». Y todos coinciden en algo: Dfa ha sido para ellos un lugar de conexión, respeto, crecimiento y humanidad. Y, como dice Zoe, una experiencia que no olvidarán.